miércoles, 25 de enero de 2012

La Real Academia define la palabra imposible como algo que no tiene facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define improbable como algo inverosímil que no se forma en una razón prudente; puestos a escoger ami me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad. Como a todo el mundo, supongo. La improbabilidad duele menos, y deja un resquicio a la esperanza, a la ética. Que David ganará a Goliat, era improbable, pero sucedió. Un afroamericano habitando en la Casa Blanca era improbable, pero sucedió. Que los Varón Rojo volvieran a tocar juntos era improbable, pero también sucedió. Nadal desbancando del número uno a Federer. Una periodista convertida en princesa. El dos por uno contra Malta...
El amor, las relaciones, los sentimientos, no se forman en una razón prudente, por eso no me gusta hablar de amores imposibles, si no de amores improbables, porque lo improbable es por definición probable. Lo que es casi seguro que no pase, puede pasar. Y mientras halla una posibilidad, media posibilidad entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo. 

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